22 julio 2010

RIZANDO EL RIZO


Mayte Tudea
20-julio-2010




Me encantan las reflexiones que nuestro amigo Paco Osés está realizando al borde del mar en este verano caluroso. El lugar que ha elegido para llevarlas a cabo parece envolverlas en una brisa fresca, y las convierte en más apetecibles de leer y meditar. Y además permite que el blog de Amaduma continúe latiendo, y no quede sumergido en la inercia que el calor provoca. Joaquín colabora decididamente en ello, también.

Respecto a la primera, en la que agradecía a nuestro filósofo ser considerado como un militante de base de la Iglesia, comparto con él la idea de que existen muchas buenas personas dentro de ella, que creen, y tratan de aplicar el mensaje de Cristo, y algunas dedican su vida a esa labor, y la pierden. Otra cosa muy distinta es la jerarquía. No retrocedamos en la Historia, ni en la reciente ni en la lejana, porque nos daría escalofríos. Siempre –digamos casi, por ser benévolos- al lado del poder, o detentándolo, transformando la cruz en espada, y cubriendo bajo palio a más de un asesino.

El segundo capítulo de sus reflexiones me interesa profundamente. Se sorprende y lamenta de que el Presidente de la Generalitat haya olvidado sus orígenes, la tierra de la que proviene, la andaluza, y los votos de los “charnegos” que instalados en Cataluña probablemente le permitieron alcanzar el puesto que ocupa. ¡Qué peligrosos son los conversos! En su afán por demostrar su catalanismo, ha elegido la vía de la radicalización. En la interminable “lista de agravios” que los nacionalistas agitan sin cesar, nunca encuentran una línea libre en la que reconocer que esas Comunidades históricas también se han enriquecido con la aportación y el trabajo de otros compatriotas venidos de diferentes puntos de España, y que esa mezcla ha favorecido y engrandecido a las dos partes.

Yo que he nacido y vivido en el País Vasco durante mis primeros veinte años, ha habido muchos momentos en los que no entendía nada de lo que estaba pasando en mi tierra. Cuando reivindicaban el “euskera” –vascuence para mí-, yo recordaba que mi madre que lo hablaba con absoluta soltura, nunca quiso enseñárnoslo ni a mis hermanos ni a mí, por entender que era un idioma de “aldeanos” –sólo se hablaba en los pueblos-, y que poco provecho podíamos obtener de él. “Más cuenta os trae aprender el francés o el inglés”, nos decía. Y crecimos sabiéndonos vascos y españoles sin que esto nos creara ningún problema de identidad, ni ningún sentimiento de frustración. Otro tema era el político. Pero cuando la edad nos permitió entender que vivíamos en un sistema dictatorial, supimos también que éramos privilegiados comparándonos con otras regiones, y que desde Galicia, Andalucía y otros lugares, venían y encontraban trabajo muchas personas, y mejoraban su vida y sus expectativas. Es cierto que no había libertad, pero tampoco hambre. Y por supuesto, no defiendo en absoluto que esto fuera lo deseable.

Instalada y asentada la democracia en nuestro país, cuando oía a los dirigentes políticos nacionalistas bramar por Euskalherría y la “Patria vasca”, venía a mi mente la figura de mi abuela, vasca hasta la médula, que tenía sobre la cabecera de su cama un Cristo de madera, y la fotografía de la familia real española (Alfonso XIII y Victoria Eugenia con sus cinco hijos), y la devoción que sentía por cada una de las dos imágenes, era equiparable.

Y me cantaba una canción que con motivo de la visita de la Regente María Cristina, y el príncipe Alfonso niño a “Las Vascongadas”, entonaban con entusiasmo los aldeanos, en su mal castellano:

“Disen que viene Reina,
visita Bilborá,
el prínsipe chiquito
con ella venerá.
¡Ay, alsa berriá,
date la vuelta Mariá!


¿Quién pensaba entonces en la “patria vasca? La Historia intentan reescribirla algunos políticos para hacerla “coincidir” con sus intereses, y en otros casos, con sus particulares “delirios”. La imaginaria “Arcadia” feliz con la que sueñan, en la que desean reencontrar sus raíces, y a la que añoran sin haberla habitado, es una balsa de piedra en la que me temo terminarán hundiéndose. Lo peor de todo es que consigan arrastrarnos a los demás.




1 comentario:

  1. Querida Mayte.

    Como haces referencia a su escrito, lee el comentario que le he puesto al artículo de Paco Oses.

    No me ha gustado el tema, o su forma de exponerlo.

    Un abrazo. Angel

    ResponderEliminar

Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.

Buscar