OTOÑO
Llega el
otoño, para la naturaleza y para algunos.
Es
paradógico que lo que es el principio del final de la vida en los campos y en
los bosques, en los árboles de hoja caduca, venga acompañado de una explosión
de colores que más parece el principio de una vida que el final de ella.
Los ojos se
llenan del colorido, del rojo fuego, hasta el cobre, una paleta inimaginable
para un pintor que busque plasmar en un lienzo todo lo que la naturaleza le
ofrece. Y si va acompañado de esos atardeceres, también rojizos, el alma se
serena, contemplando lo que está, lo que entra hasta el fondo y no quiere irse.
El alma se
serena, languidece. Un paseo por los bosques, es también un paseo por el
interior. Es el principio del final de una vida y ese colorido exterior trae el
colorido interior. Ese rojo que enardece hace que todo lo que ha sido se
sublime, se recuerdan los buenos momentos, y se dice, la vida ha valido la
pena.
La languidez
desaparece y nuevas fuerzas hacen que se afronte con alegría y entusiasmo lo
que está delante y se puede disfrutar, día a día.
No importa
lo que quede, solo agradecer a Dios que nos haya dado lo que ha sido y nos
permita disfrutar de lo que nos quiera dar.
Un paseo por
el bosque, un paseo por el alma ¿solo? Mejor acompañado.
Principio y
final, alfa y omega, y alegría siempre alegría, en todo.
Pasará el
otoño, pasará el invierno y otra vez nos alegrará la primavera.
josé-luis
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