06 marzo 2018

PENSIONES A LA BAJA














PENSIONES A LA BAJA

Santiago y Nicolás eran viudos y vecinos del mismo bloque; desde que los desahuciaron comparten piso. En la plataforma de afectados les consiguieron una vivienda social que pagan juntando sus pequeñas pensiones. Ya no entran al supermercado por la puerta principal, sino por la trasera. Buscan en los contenedores y, si no les dan un empujón, algunas veces consiguen verdaderas delicias. Además, han comprobado que la fecha de caducidad de los alimentos es un camelo: el estómago protesta cuando está vacío y no por unos días de diferencia en el calendario. 
Nicolás echa de menos no haber tenido hijos. Santiago le dice que es mejor así porque no están obligados a mantener a nadie. A los abuelos del barrio les han vuelto los hijos a casa para quedarse. Ellos son felices aunque ahora el dinero no les llega ni para el cafelito de las partidas de dominó. Y dicen repetidamente para quien quiera escucharlos: «lo que no se haga por los hijos».
Escuchan en las noticias que han subido las pensiones: «En  España, después de terminar la crisis, se pagan más pensiones que nunca, más altas que nunca»; según la responsable política de turno. Como muchos otros de su generación vivieron bajo la dictadura, corrieron delante de los grises y con su trabajo construyeron la transición y la democracia. Ahora les pagan con la moneda del sofismo. Hacen cuentas y solo suman cinco euros mensuales más para los dos, ni siquiera podrán ir a esa excursión del Hogar de Jubilados que les hace tanta ilusión.
No importa, hoy les ha sonreído la suerte, esta noche cenarán jamón ibérico y caviar como en los mejores hoteles de lujo, aunque algo pasados de fecha. A pesar de todo saben que su  dignidad, a diferencia de sus pagas, se mantiene al alza y no tiene caducidad.

Esperanza Liñán Gálvez


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